domingo, diciembre 02, 2007

El dos de mayo

Hoy toca una poesía que me ha acompañado toda mi vida. Tendré público a favor o en contra, pero vivimos en una democracia que ha de respetar mi pasado. Me aprendí esta poesía hace años. Ahora, la transcribo mentalmente. Que nadie se escandalice: no es un poema racista: es un canto patriótico antigabacho, compuesto meses después de terminar la guerra de la inependencia. Puede que tenga errores de transcripción, pero me parecía más bonito "vomitarla", que buscarla en google:

Oigo, patria, tu aflicción.
Y escucho el triste concierto
que forman, tocando a muerto,
la campana y el cañón.
Sobre tu invicto pendón,
miro flotantes crespones
y oigo alzarse a otras naciones
en estrofas funerarias,
de la iglesia las plegarias,
y del arte, las canciones.

Lloras porque te insultaron
los que su amor te ofrecieron.
¡A ti, a quien siempre temieron
porque tu gloria admiraron!
¡A ti, por quien se inclinaron
los mundos de zona en zona!
A ti, soberbia matrona,
que, libre de extraño yugo,
no has tenido más verdugo
que el peso de tu corona.

Do quiera el alma mía
sus alas rápidas lleva,
allí un sepulcro se eleva
cantando tu valentía.
Desde la cumbre bravía
que el sol indio tornasola,
hasta el África que inmola
sus hijos en torpe guerra,
¡No hay un puñado de tierra
sin una tumba española!

Tembló el orbe a tus legiones,
y de la espantada esfera,
sujetaron la carrera
las garras de tus leones.
Nadie humilló tus pendones,
ni te arrancó la victoria,
pues, de tu gigante gloria,
no existe el rayo fecundo,
ni en los ambitos del mundo,
ni en el libro de la Historia.

Siempre en lucha desigual,
cantan tu invicta arrogancia
Sagunto, Cádiz, Numancia,
Zaragoza y San Marcial.
En tu pecho virginal,
no arraigan extraños fueros,
pues, indómitos y fieros,
saben hacer tus lacayos
hierros para sus caballos
con los cetros extranjeros.

Y aun hubo en la tierra un hombre
que osó porfanar tu manto...
¡Espacio falta a mi canto
para maldecir su nombre!
Sin que el recuerdo me asombre,
con ansia doy paso a la historia;
presta luz a mi memoria,
y el mundo y la patria a coro,
oirán el himno sonoro
de tus recuerdos de gloria.

Aquel genio de ambición,
que en su delirio profundo,
cantando guerra hizo al mundo
sepulcro de su nación,
hirió al ibero león,
ansiando a España regir.
Mas no llegó a percibir,
ebrio de orgullo y poder,
que no puede esclavo ser
pueblo que sabe morir.

¡Guerra! -gritó ante el altar
el sacerdote con ira.
¡Guerra! -repitió la lira
con indómito cantar.
¡Guerra! -gritó al despertar
el pueblo que al mundo aterra.
Y cuando en hispaña tierra
pasos extraños se oyeron,
¡Hasta las tumbas se abrieron!
gritando: ¡Venganza, y guerra!

La virgen, de patrio ardor,
ansionsa, salta del lecho.
El niño, bebe del pecho
odio a muerte al invasor.
La madre mata su amor,
y cuando calmado está,
grita al hijo que se va:
Pues que la patria lo quiere,
¡Lánzate al combate y muere!
Tu madre te vengará.

Y suenan patrias canciones,
cantando santos deberes,
y van roncas las mujeres
empujando los cañones.
Al pie de libres pendones,
el grito de patria zumba,
y el rudo camión retumba,
y el vil invasor se aterra,
y al suelo le falta tierra
para cubrir tanta tumba...

* * *

Mártires de la lealtad,
que del honor al arruyo
fuisteis de la patria orgullo
y honra de la humanidad;
en la tumba descansad,
que el valiente pueblo ibero
jura con rostro altanero,
que, hasta que España sucumba,
no pisará vuestra tumba
la planta del extranjero.

Bernardo López García