Esto lo hago para que nadie piense que soy nada del otro mundo, por el artículo -supuestamente mío- que Miguel ha publicado en el apartadod e jornadas de UN, podríamos decir que "inspirado en hechos reales", pero, como se verá, mucho mejor que el presente:
Vaciando los bolsillos de mis pantalones para echarlos a lavar, me he llevado una sorpresa. Han salido la cartera, las llaves, el móvil… No esperaba menos. Sin embargo , un sobre de azúcar con el nombre del hotel, y en letras mayúsculas remarcando “NAVARRA”, ha endulzado –si se me permite el juego de palabras- aun más mis recuerdos.
Podría decir que el viaje de ida fue un infierno, pero no me gusta exagerar. No, más bien fue un purgatorio, ya que, además de ser muy barato, tenía la certez de que en algún momento llegaría a mi destino.
El taxista que me llevó de Pamplona al hotel, “resultó” ser navarro, y, entre sonrisas y algún grito como ¡Oye, que no es pa ti que pone Bus Taxi, oye! Me llevó a mi acogedor destino.
Me amueblé en mi habitación –la 212- y bajé a cenar. Después e un suculento bocadillo de queso, y una coca-cola, pasamos a un aula lateral que tenía preparado un proyector. La aventura de Excelencia Literaria en Navarra comenzaba por una película; Dublineses (The death: Tradutore traditore…), que a mi gusto, no pudo resultar mejor.
Cierto es que no era un “film” para el gran público, pero es que los asistentes tampoco éramos “el gran público”; modestamente. Somos “la excelencia literaria”.
La película, terriblemente oscura en todas las tomas, y sin embargo cálida y acogedora, para hablar de la muerte, presentaba varias generaciones de una familia de Dublín, en pleno invierno, a principios de siglo XX, celebrando la fiesta de Pentecostés con una cena familiar.
A mi la ambientación me sirvió para darle aun más vueltas de las necesarias; este borracho, tan inútil él, que haría en la 1ª Guerra Mundial; este otro, con sus hijos…La abuelita, ¿Aguantaría a sus años el sufrimiento de una guerra?...
Pero no solo hubo cine; y a mi me han encargado también ocuparme de la otra vertiente escénia que contemplamos estupefactos; “Usted tiene ojos de mujer fatal”, de Enrique Jardiel Poncela, fue interpretada por alumnos de la universidad, e hizo las delicias de los asistentes. A partir de ese momento, cuando alguien sentenciaba o afirmaba algo con vehemencia y originalidad, alguien le respondía “esa frase es del señor”, en alusión y homenaje a la frase más repetida y graciosa de la obra.
Podría seguir, y seguir, pero no estoy seguro de poder acabar. Desde los amigos que he hecho, hasta la visión universitaria que he adquirido de la vida y del saber, no puedo menos que concluir; Ha sido un fin de semana para enmarcar, desde le primer hasta el último minuto. Y yo creo que a todos se nos hizo demasiado corto. Habría que repetir, digo yo.
lunes, junio 18, 2007
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