lunes, septiembre 11, 2006

MI ABUELA

-¿Quereis un pañuelo? Posiblemente lo necesiteis.
Las breves y distantes palabras de mi madre al volante han roto un silencio que se cernía sobre nosotros desde el inicio del fúnebre trayecto.
No gracias- respondo.- creo que podré aguantar.
Hijo, lo que vas a ver te va a hacer saltar las lágrimas.
- Descuida, yo casi nunca lloro- respondo envalentonándome. Es obvio que llorar es típico de mujeres; sería absolutamente impropio, un auténtico espectáculo.
Al fin, llegamos al tanatorio de la paz. Bajamos del coche y nos dirijimos a la entrada del recinto.
Beatriz, Alonso- dice nuestra madre antes de llegar a la puerta.- vuestro padre lo está pasando mal, y necesita hoy más que nunca de vuestro cariño.
* * *
¡Vamos a ver! ¡Todos los primos al patio que va a cantar tio Juanito!
A la voz de tío Ignacio nos ponemos todos alrededor del Belén, justo a tiempo para oír entonar la voz a mi tío preferido, el que tiene síndrome de down:
Adeste fideles, laeti triunfantes…
Se hace el silencio mientras mi tio canta con gesto serio e imperturbable. Nadie habla hasta que se acerca el momento del estribillo, y tío Juanito, autoritario, alza ambas manos y todos le acompañamos:
Venite adoremus, venite adoremus, venite…
Tio Ignacio hace resonar su estridente y melodiosa voz por encima de las de los demás; tío Enrique y Papá intentan una sutil segunda voz; tío Felipe toca la guitarra acompañando; todos los primos cantamos a coro; y la abuela observa a todos desde el sofá, con gesto fragil, sonriéndonos a todos orgullosa y admirada de ver al fin por y para qué ha vivido.

* * *
- Niños, venid, le hemos compuesto los mayores una canción a la abuela por su santo, y la vamos a cantar todos juntos. Antonio, vete a por la guitarra. Mientras, vamos a ensallar.
“Es el santo de la abuela,
y los nietos del pantano
te venimos a contar
que el día de santa Rosa
es fiesta muy señalada
y lo queremos celebrar…”
* * *
Nochebuena de 1994. Estamos toda la familia en nuestra casa del Pantano de Entrepeñas, arropados por el calor que desprende la chimenea.
Después de varias horas de cantar villancicos como solo en mi casa se cantan, y después de haber contado chistes y diversas situaciones curiosas que nos han sucedido a lo largo del año, uno a uno nos ha ido venciendo el sueño, y ya estamos todos acostados.
Pero mi primo y yo, que dormimos en la misma habitación, no podemos dormir. Hemos pasado un día extraordinario, y por la noche, tio Felipe, con unas cuantas copas encima, nos ha dado a probar el licor de manzana, lo que nos ha revolucionado aun más si cabe.
Artos de hablar y de decir tonterias, nos hemos puesto a correr alrededor del pasillo circular que rodea el patio, dando gritos; y, como era de esperar, la abuela aparece, nos coge de la mano con dulzura y con nuestros cinco años nos sienta a cada uno en una silla, y sin asomo de enfado en su cara, pero si de tristeza nos dice en un tono casi confidente:
- Me decepciona mucho que unos niños tan buenos como vosotros hagais unas cosas tan malas.
Ése es el golpe más bajo que me han dado nunca.
- Perdón abuela- respondemos a dúo mi primo y yo.
En ese instante, a la abuela Mimí le cambia el gesto de la cara por una cansada sonrisa.
- Venga a la cama. Os voy a contar un cuento, a ver si os dormis.
“Érase una vez un pescador vizcaino, que estaba casado con una señora guapísima que…”

* * *
No puede ser. Ante el cuerpo sin vida de la abuela se me ha deshecho la careta de insensible. Un nudo me agarrota la garganta dede hace un rato, por mi propósito de no llorar. Por más que me digo “que tontería, tú sí que puedes”, no aguanto más de cinco segundos delante del féretro.
Parece tan tranquila… Como si etuviese durmiendo y fuese a despertar en cualquier momento.
Finalmente, el nudo se desata, y lo que antes suponía una dificultad respiratoria desemboca en un silencioso pero aogante llanto. Me salgo fuera para que me dé el aire.
Los abetos que cubren toda la zona del tanatorio, me imprimen cierto sosiego, y, más tranquilo, vuelvo a entrar.
Unos desconocidos me abordan sonriendo.
- Tú eres el hijo de Alonso ¿Verdad?
- Sí- respondo fríamente.
- Ya lo decía yo, eres igualito a él- y sueltan una risita complice. No estoy de humor para risas, así que me separo sin cuidar los modos y vuelvo a entrar en la habitación destinada a mi abuela.
Una lágrima asoma tímidanente por mi ojo izquierdo, rebala y cae sobre mi corbata nueva. Aunque poco me importa eso ya.
Vuelvo a mirar a mi abuela y un nuevo pensamiento me sacude; no voy a volver a verla, y no tengo la sensación de haberle sacado todo el “jugo” que tenía.
Salgo de nuevo del cuarto bañado en lágrimas, y me siento en el banco contiguo a la puerta. Mi tío Felipe, el primogénito de mi abuela, me ha visto, y, pese a su pena, no duda en acompañarme. Cuidadosamente se sienta a mi lado, y poniénome el brazo sobre los hombros, susurra, casi hablando para si:
- Tenemos que dar muchas gracias a Dios por esta,abuela tuya y madre mía que nos ha dado, que con su ejemplo y su fatiga nos a sacado a todos tal y como somos. No llores más; una mujer como la abuela Mimí se ha ido al Cielo “de cabeza”.
Respondo al tópico con un triste pero agradecido “sí”, y mi tío, satisfecho, se levanta.
En silencio medito sus sabias palabras, y lentamente se van haciendo hueco en mis pensamientos frases que me había dicho mi madre hace mucho tiempo.
- “La familia de vuestro padre es escepcional niños, no sabeis la suerte que teneis; aprovechadla porque es absolútamente única.”
Pienso en lo unidos que hemos estado siempre, un fenómeno que no he visto en otros sitios; mientras, mi padre y sus hermanos hablan distendidamente:
- “Yo creo que a Mamá le hubiera gustado que al entierro no asistieran los sobrinos. Por lo menos los más pequeños.”-interviene mi padre.
- “Sin duda le gustaba que los primos estuviesen más juntos; ya se que este año no toca pero podemos hacer una escepción y celebrar juntos la Navidad”- dice mi tio Enrique.
-Hay que seguir viéndose, no podemos distanciarnos por eso, y creo que Mamá lo hubiera querido así- inquiere pensativo tío Ignacio.
- Otra opción- dice tío Felipe- es tener los reyes todos juntos en casa de Mamá si os parece bien.
- Me parece estupendo.
- Oye, por cierto, ¿Con quién dijo Mamá que se quedase Juanito cuando ella faltara? Si no hay inconveniente podría venirse a…
Dejo de escuchar, y tomo conciencia de lo importante y lo bonito que es la famila unida.
Familia solo hay una; la mia, vale por dos. Abuela solo he tenido una, y de esto me dí cuenta demasiado tarde.
Me gustaría que leyerais este artículo. Me parece bastante bueno, y por eso os lo pongo;
Tiempo libre.

Lo cierto es que no he pedido permiso a su autora para publicarlo, pero confío en que no me demande.

miércoles, septiembre 06, 2006

Juicio Final a un agnóstico

Mira que te avisé... Y no escuchaste. Tenías que ser siempre tan tozudo, no querías hacerme caso nunca. Pasabas de mi, decías “no puedo estar seguro”, porque yo te había dejado pistas, pero no imágenes.
¿No te dabas cuenta de que si te me mostraba entero no serías en adelante libre?¿No viste todas las señales que podías haber seguido?¿Y toda esa gente que te estuvo avisando bajo orden mía?
Yo, no dudé de ti en ningún momento, y no dejé ni un segundo de pensar en ti... ¿Por qué me olvidaste?
Aunque me pese , por tanto, eres libre, y no puedo obligarte a ser lo que no quisiste ser en vida... Simplemente, lo lamento, pero respeto tu decisión de no querer más que oscuridad.Te di un don para servirme mejor, y tú, lo desaprovechaste. Traes el vaso volcado, y con agujeros. Mi gracia se derrama de tu recipiente inicuo. Vete. Yo no me opondré.